Pululan como lobos sedientos
de venganza por toda la isla cárcel, disfrazados de adláteres austeros, después
de poner a buen recaudo sus robos y triquiñuelas, siempre intentando
convencer a ignorantes e incautos de las bondades de sus patéticos programas dictatoriales
y sus ficticias aperturas.
Descubrir las mentiras de los dictadores es una carga
explosiva contra cualquier sistema totalitario, he ahí el afán por
silenciar cualquier proyecto coherente y castigar, expulsar o matar a sus creadores.
La intoxicación dictatorial nos está convirtiendo en unos pensadores
superficiales, ahora mismo el contenido de la crueldad infringida desde 1959 no
es lo más importante, no, porque el ego y la desconfianza de unos y de otros se
están robando el protagonismo.
Parece ser que lo que más importa es la dinámica de los
viajes de intercambio, el ansia de salir a respirar aire de libertad, el
potenciar nuevas y (desde mi punto de vista personal ) erróneas recetas superficiales que apuestan en su mayoría por
convivir casi irremediablemente y en lo adelante con una dictadura de 54 años
contaminante y enferma en grado terminal.
Dejando
inmerecidamente en un segundo plano a los que no abandonan el amparo de la
memoria histórica, a los que no olvidan ni quieren olvidar por honor o por
dolor todos los desmanes y horrores cometidos por los hermanos Castro y su ejército
de lame botas que los sustentan en el poder por la fuerza y mediante el
terrorismo dictatorial contra el pueblo cubano.
¿Hemos perdido la capacidad de profundizar en nuestra propia
desgracia?
La superficialidad es algo que nos está invadiendo y es
necesario desconectarnos de ella y sobre todo los pocos cubanos que tiene el privilegio
de ser invitados a los medios masivos de difusión en democracia tienen que ser
objetivos y plantear solo las cosas importantes y que de forma secuencial nos podrían
ayudar a encontrar la libertad sin parches, sin dependencias y sin manchas.