ESTO ES UNA CADENA.


Una tarde de verano paseaba por el malecón. Iba tan despreocupado del acontecer en la ciudad, soñando en mi incierto futuro sin dejar de mirar al mar que apenas me percate de lo que me venía encima. Un joven caminaba en sentido opuesto esposado junto a un policía que le daba tirones y golpes sin compasión de repente cuando estaban a mi altura el detenido grito -¡es el!. De un solo golpe combinado con una llave de judo perdí el equilibrio y me vi tirado en el suelo todo adolorido dentro del desconcierto sentí como un frio metal abrazaba mis muñecas apretándolas con firmeza, estaba esposado. El chico que venía con el policía me observaba con cara de pícaro triunfal. Entre los quejidos de dolor y la incredulidad de lo ocurrido le pregunte con rabia contenida porque lo había hecho, a lo que él me respondió: “porque me lo han hecho antes a mí”. Cuando me alejaba empujado y vapuleado por el policía lo oí decir entre sarcasmo y rizas. “Esto es una cadena. Pásalo” 

TE QUEDASTE.


Aquella tarde despejada de junio teníamos pensado emprender el peligroso viaje. Sentado en el muro del malecón aguardaba por ti y por la complicidad de la noche, en silencio rezaba por que el mar estuviera tranquilo. Apenas una cámara y dos remos eran nuestra tabla de salvación, convencidos de que es lo mismo morir ahogado en el mar, que atragantado por las excesivas palabras que no se pueden expresar en esta la tierra de las prohibiciones, las vigilancias policiales, los seguimientos paramilitares y las venganzas vecinales.
Tu no llegaste a la cita puntualmente y un chispazo de intuición me concedió la suficiente lucidez para darme cuenta que no te habías retrasado en un atasco, en Cuba no los hay, además era imposible que se te olvidara venir a tu cita con la libertad. Simplemente ya no estabas. No en este pactado encuentro. Tampoco por las roídas calles de la ciudad panóptica. Algún otro lugar tenebroso de la policía política te acogía en sus calabozos, te quedaste y todavía hoy te sigues preguntando si yo llegue.

En homenaje a los 11 jóvenes cubanos de la barriada de Luyano que recientemente perdieron sus vidas en el cementerio de todos los cubanos que deciden echarse al monte en busca de libertad, pocos se preguntan en la ONU lo desesperante que debe ser la vida en Cuba para la juventud cuando prefieren echarse al mar y jugársela a todo o nada, a nadie le importa allí más que la dictadura cumpla con sus cuotas y que este presente para hacerse la foto de los diarios, el pueblo de Cuba no cuenta para nada en la vida de los políticos y de las instituciones, hoy más que nunca estamos solos.  

ME VOY

Un buen día le dije a Cuba. Me voy. Quiero vivir la vida, contar cosas nuevas, aunque esas cosas fueran tan negativas como decir, vivo debajo de un puente, no tengo trabajo, no tengo nada. Me voy aunque te extrañe mi querida isla. Tengo una cita a ciegas con el mundo. Si, ese mundo brutal que me han pintado paradójicamente las personas más crueles que he conocido sobre la faz de la tierra.
Que feliz soy ahora, sigo sin atesorar nada material, pero como me tranquiliza sentirme bien lejos del alcance de esos dictadores gruñones (aquí cabe perfectamente la palabra asesinos) que continúan practicando con constancia su delírium trémens y sus loas al egoísmo más perverso, ya no necesito caminar por la acera resbaladiza de las prohibiciones y las delaciones, hoy mis pies caminan a la deriva pero libres, pisando firme la arena del mar mediterráneo, valió la pena irme.