Una tarde de verano paseaba por el malecón. Iba tan despreocupado del acontecer en la ciudad, soñando en mi incierto futuro sin dejar de mirar al mar que apenas me percate de lo que me venía encima. Un joven caminaba en sentido opuesto esposado junto a un policía que le daba tirones y golpes sin compasión de repente cuando estaban a mi altura el detenido grito -¡es el!. De un solo golpe combinado con una llave de judo perdí el equilibrio y me vi tirado en el suelo todo adolorido dentro del desconcierto sentí como un frio metal abrazaba mis muñecas apretándolas con firmeza, estaba esposado. El chico que venía con el policía me observaba con cara de pícaro triunfal. Entre los quejidos de dolor y la incredulidad de lo ocurrido le pregunte con rabia contenida porque lo había hecho, a lo que él me respondió: “porque me lo han hecho antes a mí”. Cuando me alejaba empujado y vapuleado por el policía lo oí decir entre sarcasmo y rizas. “Esto es una cadena. Pásalo”