RUINAS EN EL SUBCONSCIENTE

 Como yo soy de un lugar

de demonios y de ángeles,

en ángel y demonio muerto

seguiré por esas calles…

Virgilio Piñera.

Que simples somos los cubanos, el conformismo nos fluye por las venas en torrentes incontrolables, fíjense con lo poco que nos conformamos que solo aspiramos a salir huyendo de nuestro país para acceder a los beneficios materiales del exilio (de la libertad ni hablo, porque esa es una palabra rara y sin significado para muchos cubanos) y acto seguido matarnos a hacer horas extras en una fabrica para acopiar la mayor cantidad posible de dinero, privándonos en muchos casos de tomar dos cafés para ahorrar el dinero de uno y así sistemáticamente hasta poder comenzar a visitar cuanto antes mejor la isla desde la que huimos y enfrascarnos en la titánica tarea de alimentar a los familiares dejados atrás como si de una cría de animales de corral se tratara, donde ponemos empeño en mantenerlos sanos y alimentados hasta que la dictadura se los coma en uno de esos festines de represión que se montan por las calles de la isla o ellos logren abrir la jaula y escapar de la granja.

Sin embargo ninguno hacemos nada por extirpar el problema de raíz, todo por dramático que sea nos lo tomamos a la ligera, con ese enfermizo “sálvese quien pueda” que tenemos clavado en el subconsciente, a la risotada y a la típica “comemierderia” caribeña de escurrir el bulto de la responsabilidades que llevamos innata dentro, mientras Castro no para de destilar su odio, solo basta pasearse un poco por La habana para captar el mensaje dictatorial al vuelo, allí todo cuanto usted ve y toca está en ruinas, aquello es un parque temático de lo que nunca se puede hacer con una sociedad civil, Castro desde sus ruinas envía un aviso dejándole claro a los cubanos y a los que no lo son también, que dentro de la isla cárcel nadie toca ni trasforma nada si él no lo ordena antes.

Y lo más triste es que en 53 años nadie (cuando digo nadie, me incluyo yo) se ha atrevido a tocar, ni cambiar nada, el mensaje a calado bien hondo en el subconsciente, pero aunque no sea hoy o mañana, dentro de un año o cinco, los cubanos tendrán que atreverse a cambiar y cambiar es simplemente protestar por derechos tan primarios como la libertad de salir y entrar de una bodega o supermercado con los alimentos necesarios en las manos, esta libertad es mucho más importante que la de salir y entrar del país libremente, también es más importante la libertad de poder reparar tu casa con recursos propios, sin acudir a pedir prestado o limosnear en el extranjero a un familiar o amigo los recursos, no todo puede ser irse porque cuando te vas Cuba como patria es la que mas pierde, cuando te vas eres borrado de la lista de cubanos nativos reconocidos por la dictadura (porque no les queda más remedio, si pudieran te matarían al nacer) y pasas a engrosar la lista que cuelga de ese muro de las lamentaciones que es el exilio.

Yo personalmente pienso que donde hemos fallado es en querer hacer un ajiaco con todas nuestras tragedias y ahí es donde nos ha ganado la dictadura, como ciudadanos nunca hemos exigido pública y notoriamente dentro de la isla cárcel el derecho a una vivienda digna, a los alimentos básicos, nunca hemos exigido a la dictadura en estos términos. “Mire usted dictador si por su culpa, como usted dice, esta el embargo imposibilitando que yo viva razonablemente bien pues váyase usted” está claro que esto conlleva a una buena ración de represión y palos policiales, pero coño es que en todos los países es así, solo basta mirar para el mediterráneo europeo de hoy, esa gente también tiene miedo pero enfrentan sus problemas y pagan su precio por enfrentarlos, claro más fácil es esperar a que todo se caiga por su propio peso (y nunca mejor dicho, por eso la vida y las casas de los cubanos hoy se están cayendo a pedazos sobre ellos mismos), pero la vida es una sola y pasa a una velocidad de vértigo, hoy los cubanos tratan de sacar esperanzas dentro de sus ruinas, pensando erróneamente que la verdadera vida está en otra parte, que irse es triunfar, cuando irse es como flagelar el alma, apagar el espíritu y aguantar en silencio la dolorosa metamorfosis que tienes que sufrir si quieres medianamente sobrevivir en tierras extrañas sin molestar.