LOS NIÑOS NACIAN PARA SER FELICES.

Martí dijo en su día “Los niños nacen para ser felices” pero del dicho al hecho va un buen trecho, y la buena intensión del mensaje Martiano paso de la crónica a la cruda realidad, esta frase en la Cuba de hoy se cumple poco, los niños cubanos y específicamente los que habitan en los municipios Habana vieja y Centro habana que son de los más afectados por la apertura de la dictadura al turismo, estos niños diariamente tienen que hacer la calle para ayudar en el sustento económico de sus hogares, desde tempranas horas de la tarde ya te puedes encontrar en cualquier esquina o parque de los citados municipios a estos niños pidiendo dinero a los turistas, haciendo de voceros propagandísticos para los productos que sus padres o vecinos ofrecen ya sea tabaco, drogas, Paladares donde comer o servicios sexuales, este abanico de ofertas varia en dependencia de la edad del niño y lo avispado que sea este.

Luego de estudiar en las escuelas por las mañanas, con libretas recicladas y libros viejos descatalogados y cargados de odas al régimen, hacen una larga sección de mendicidad en las calles por las tardes y ya avanzada la noche cuando llega el hilo de agua por las viejas y roídas tuberías un día sí, y un día no, tienen una tercera sección laboral en el acarreo de latas y cubos de agua para sus hogares y para todo aquel que pueda pagar sus servicios.

Para estos niños no existe el día de reyes ni la ilusión de un juguete porque su astuto y caprichoso presidente veto un día estos sentimientos y los etiqueto como un rezago del pasado pequeño burgués, en la Cuba de hoy pocos niños pueden ser verdaderamente felices, solo los hijitos de papa (entiéndase los altos dirigentes del gobierno) pueden darse el lujo de tener el juguete que quieran o los que tienen un familiar exiliado que se los envié, a los demás solo les queda la única opción que les dejo como herencia su adusto comandante, “ser como el Che”, un asesino de paredones y un andrajoso que pretendió sin éxito exportar guerrillas y destrucción a toda Latinoamérica.

Mañana cuando ese ejército de niños llegue a la adolescencia no creerán en nada ni en nadie, muchos se marcharan abrumados por la desesperanza y desde la otra parte más humana del mundo contemplaran con añoranza la isla que los vio nacer y que les devoro su niñez dejándole una sensación de haber nacido adultos y bajo la prohibición por decreto oficial de la felicidad.