Fragmento del libro Los funerales de Castro, Vicente Botín.
“No se puede entender la Revolución cubana –dice Cabrera Infante –si no se considera como uno de sus elementos integrales, casi esencial, al suicidio”. Pero el suicidio en Cuba viene de muy atrás. Los aborígenes de la zona, según cuenta Florence Jackson Stoddard, se referían a Cuba como el bello país de la muerte. El demógrafo Juan Pérez de la Riva sitúa en 30`000, casi el 30% de la población nativa, el numero de aborígenes que se suicidaron en la isla para escapar del trabajo esclavo al que los sometían los españoles. De ello da cuenta en su diario fray Bartolomé de las Casas: “Comenzaron a ahorcarse y sucedió a ahorcarse todos juntos, una casa, padres e hijos, viejos y mozos, chicos y grandes y unos pueblos convidaban a otros a que se ahorcasen para que salieran de tantos tormentos y calamidades”.
Los esclavos de las plantaciones de azúcar imitaron a los indios y eligieron muchas veces la vía del suicidio ante el trato brutal que recibían de sus amos. Fernando Ortiz dice que “el esclavo pretendía romper sus ataduras y si bien jamás logro violentamente su libertad como clase social, alcanzo muchas veces burlar a su amo sustrayéndose a la propiedad de este por la fuga o por el recurso supremo de todos los oprimidos impotentes, el suicidio”.
Una forma habitual de quitarse la vida era tragarse la lengua, como hace Pedro, un cimarrón al que dio vida Cirilo Villaverde en su novela Cecilia Valdés: “Ora haya hecho uso el negro de los dedos, ora de un poderoso esfuerzo de absorción, evidente es que, doblando la punta de la lengua hacia dentro, empujó la glotis sobre la tráquea y quedó ésta obliterada, impidiendo la entrada y la salida del aire en los pulmones, o cesando la inspiración y la espiración. He aquí lo que el vulgo llama tragarse la lengua y que nosotros llamamos asfixia por causa mecánica”. Se lo cuenta el doctor Mateu a don Cándido, el dueño de la plantación, quien se lamenta, no por la muerte tan horrorosa del esclavo, sino porque “valía lo que pesaba en oro para el trabajo”.
Eres como una visión en mi locura
y en la copa que me embriaga
veo tu figura, quiero ahogar mi decepción,
y por eso busco en la cerveza
mi tristeza dejar
para olvidar tu amor.
Humo y espuma, bolero de Rolando Rabí.
Hay quien se marcha también del país cada día y regresa y se vuelve a marchar al día siguiente, arropado por nubes de vapor de alcohol destilado con productos al alcance de bolsillos vacíos. Muchos cubanos, especialmente en las zonas más deprimidas de la capital, fabrican y venden a sus convecinos bálsamos de fierabrás, para darles el coraje necesario para vivir en paz consigo mismos y poder enfrentarse a la desesperación de ver pasar los días y ver pasar los años sin el consuelo de una mentira que les haga creer que algo ha cambiado aunque sepan que todo sigue igual. “Date un trastazo mi hermano, que no hay más ná” es su invitación al olvido. El Azuquín, Chispa e tren, Bájate el blúmer y, sobre todo, el Alcolifán, fabricados con arroz fermentado, papaya, mangos, piñas o cualquier otra fruta, cumplen la función de adormecer los reproches propios y los reproches de “los de allá”, los familiares de Miami que se fueron en balsa, que es la manera cubana de echarse al monte.
Triste realidad y un tema muy poco tocado por supuesto.
ResponderEliminarPero una asfixiante realidad que persigue al cubano.
Un saludo hermano, y un fuerte abrazo, gracias por la visita, angel
no copies guillermito, en villa marista lo controlamos todo, tu sabes quien soy, jajajajajaa
ResponderEliminarcuidate mi hermano, abajo quien diga arriba.
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ResponderEliminarhttp://www.tvcubana.tv/index.php?page=videos§ion=view&vid_id=5345509
ResponderEliminarEl comentario suprimido es por que contenía multitud de enlaces a paginas de venta de medicamentos.
ResponderEliminarNo por opinar.
Bueno, Guille, a veces yo tengo que suprimir comentarios por las asquerosidades que ponen los castristas que andan por Miami que, por cierto, cómo les gusta el "fula". De aquí no se van.
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