26 octubre 2008

Santeria Cubana


El panteón de la Santería cubana es inmenso, más de 400 deidades se ubican a la derecha de "Olofin" -el supremo hacedor del universo- y constituyen la representación de los mejores principios morales y afectivos, aunque algunos poseen defectos de menor cuantía según el patrón de los humanos. Otros 200 orishas, francamente malignos y negativos, se encuentran a la izquierda del padre universal Yoruba. Los orishas más conocidos, identificados con las fuerzas naturales elementales o fenómenos de la vida, son los siguientes:

Elegguá: Orisha de los caminos y del destino de los hombres. Es el primero de los cuatro guerreros (Elegguá. Oggún, Ochosi y Osun) y el primero entre todos, pues Olofi le dio esa potestad. Protege el hogar y es la personificación del azar. Forma pareja con Echu, el que está presente en todas las desgracias. Ambos se complementan, ya que no puede haber seguridad sin peligro, sosiego sin inquietud. Elegguá lleva collar rojo y negro y Echu, blanco y negro, lo mismo que sus atuendos, consistentes en chaquetilla, pantalón y sombrero. en la mano empuñan el "Garabato", una especie de gancho de madera de dos o tres pies de largo.

Oggún: Uno de los más antiguos del panteón Yoruba. Dios de los minerales y las herramientas. Patrón de los herreros y herrero él mismo, domina también los secretos del monte y sabe utilizarlos en encantamientos. De gran fortaleza física, personifica al guerrero por excelencia y al hombre irascible y violento. Sus hijos son los ideales para el sacrificio de animales, pues Oggún es el dueño del Kuanagdó (cuchillo). Se viste de mariwó (sayo de hojas de palma) y con una cinta en la cabeza. Empuña un machete con el que corta la maleza por donde transita. Sus collares son de cuentas verdes y negras, y en ocasiones se suman las moradas.

Obatalá: Deidad de la pureza y por ello dueño de todo lo blanco y de la plata. Creador de la tierra, culminó la obra de Olofin al terminar de formar la cabeza de los hombres, por lo que gobierna sobre los pensamientos y los sueños. Es misericordioso y amante de la paz y la armonía. Todos los demás orishas lo respetan y lo buscan como abogado, pues la misión a él encomendada por Olofin fue la de hacer el bien. Viste de blanco y su collar es del mismo color. Sólo Ayáguna, un Obatalá joven, lleva una cinta roja diagonal en el pecho, símbolo de cuando fue guerrero y limpió su espada para abandonar la violencia.

Yemayá: Madre de la vida, es dueña de las aguas y representa al mar (en las costas, pues las profundidades del océano son de Olokun) fuente fundamental de la vida en el planeta. Considerada madre de casi todos los orishas, sus castigos son duros y su cólera terrible, aunque actúa con justicia. su vestido señorial es de un azul intenso, igual que las cuentas de su collar, donde se alternan con otras transparentes.

Ochún: Diosa del amor, la feminidad y del río, con el que simboliza la purificación. Símbolo de la coquetería, la gracia y la sensualidad femeninas. Acompaña a Yemayá y fue la que trajo a los hombres el caracol (el primero que habló) para que los orientara por medio del oráculo y lo utilizaran como moneda. Por eso se dice que con ella viene la riqueza. Fiestera y alegre, viste un lujoso atuendo amarillo, con seis pulseras doradas. Su collar es también de cuentas amarillas y ámbar.

Changó: Orisha del fuego, del rayo y del trueno; de la guerra; del baile, la música y la belleza viril. Representa el mayor número de virtudes e imperfecciones humanas: trabajador, valiente, buen amigo, pero también mentiroso, mujeriego, pendenciero, jactancioso y jugador. Gracias a un recurso secreto que le preparó Osain, el dios de la vegetación, podía despedir lenguaradas de fuego por la boca con lo que vencía a sus enemigos. De él se cuentan tantas historias que podrían llenar un grueso tomo de atractivas anécdotas. Usa camiseta holgada y pantalón hasta las pantorrillas, todo blanco con ribetes y adornos de color rojo intenso y en su collar se alternan ambos colores. Empuña siempre un hacha doble.

Oyá: Diosa de las centellas, los temporales y los vientos. Violenta e impetuosa, ama la guerra y acompaña a Changó en sus batallas. Es también la dueña del cementerio, en cuya puerta vive, cerca de Obba y Yewá, las otras "muerteras". La distingue el colorido de su saya, de nueve colores menos el negro, y el iruke (especie de escobilla de fibras largas) que blande en su mano derecha. El collar es de cuentas marrones con listas blancas y otra negra más fina en el centro de éstas.

Orula: Orisha de la adivinación y de la sabiduría. Rige el culto de Ifá, el Benefactor, y es quien permite a éste comunicarse con los humanos mediante los babalawos -los sacerdotes de la Ocha-, quienes se apoyan en el Oráculo o Libro Sagrado. Como dueño de la sabiduría, tiene la posibilidad de influir sobre el destino, incluso el más adverso. También es considerado como gran médico y cuenta para ello con el auxilio de Osain, el dios de la vegetación y, por ende, de todos los remedios. Sus seguidores se distinguen por llevar una manilla de cuentas.

Cuando se emplea el término "Santería" en Cuba, no se hace referencia al culto a los santos de la Iglesia Católica, sino a las creencias de que eran portadores los diferentes grupos étnicos de la cultura africana Yoruba, cuyos miembros fueron traídos a la Isla como esclavos. La Santería, también conocida como "Regla de Ocha" se conformó, con rasgos diferenciales, en las provincias occidentales de Cuba desde fines del siglo XIX, y se extendió por la región oriental desde la década de 1930. En este credo, se rinde culto a los Orishas - deidades- y a los antepasados, cuyas funciones principales son las de proteger a sus devotos y orientar sus vidas. Las ceremonias son variadas y cumplen determinados propósitos: iniciación, propiciatorias, adivinatorias y fúnebres. Mediante éstas se exteriorizan las concepciones, ideas y representaciones religiosas de los adeptos, quienes las realizan con cierta regularidad ya sea en grupos o individualmente, de acuerdo al caso. Con el culto, el creyente refuerza su vínculo con lo sobrenatural al tratar de lograr la armonía entre las fuerzas del bien y del mal, buscando conquistar la voluntad del objeto de devoción con fines espirituales y materiales.

El Babalawo es el más alto representante de la jerarquía. Rinde culto al Orisha "Orula" -dueño de la adivinación- y es conocido como "Sacerdote de Ifá". Le siguen en orden descendente otros iniciados que cumplen funciones específicas dentro del ritual, entre ellos, los Babalochas -padrinos santeros-, e Iyalochas -madrinas santeras-, encargados de efectuar las ceremonias de consagración y de apadrinar a los nuevos adeptos.

La santería carece de templos como las iglesias católicas o protestantes. Sus prácticas religiosas se realizan en las casas-templos, locales generalmente compartidos con las viviendas de los dirigentes del culto, y en los que se conservan los objetos del ritual y las representaciones religiosas veneradas. La trascendencia de la santería en la sociedad cubana no radica sólo en la cantidad de sus seguidores, sino por su aporte de símbolos, ideas, mitos, leyendas y procedimientos a la idiosincrasia y la cultura.

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